Thatcher ganó los comicios de 1979 en momentos en que el Partido Laborista estaba debilitado y el país parecía paralizado por las huelgas y la crisis económica. Durante su gobierno los sindicatos fueron amordazados, sectores enteros de la economía privatizados y el Estado de bienestar desmantelado. Los impuestos bajaron, el gasto público también.
Londres.- La exprimera ministra Margaret Thatcher, fallecida este lunes a la edad de 87 años, pasará a la historia como la implacable "Dama de Hierro" que marcó profundamente la vida política británica del siglo XX, que hasta hoy sigue creando émulos.
Su leyenda se forjó en su determinación para impulsar la liberalización económica de los años 80, para resistir a las presiones europeístas, para enviar a la Navy a las Malvinas a combatir contra las tropas argentinas en 1982 y en su intransigencia ante el nacionalismo del IRA en Irlanda del Norte, informó AFP.
La que fuera en los años 1980 una de las mujeres más poderosas del planeta terminó su vida en las brumas de la senilidad.
Traicionada por una salud delicada que desde marzo de 2002 le obligó a renunciar a hablar en público, "Maggie" Thatcher resultó muy afectada por la pérdida de su marido, Denis, después de más de 50 años de matrimonio, en junio de 2003.
Este la apoyó a lo largo de toda una carrera que hizo de ella un verdadero "monstruo sagrado" en su país.
Nacida el 13 de octubre de 1925, Margaret Roberts creció en Grantham, en el centro de Inglaterra, donde su padre, Alfred, tendero, repartía su tiempo entre la iglesia metodista y el consejo municipal. En la casa familiar, la misa era obligatoria y el trabajo una segunda religión, por lo que la joven salía poco.
Se licenció en química en Oxford en 1947 y luego hizo también estudios de derecho. De esa época data su acercamiento a la política. En 1951 se casó con el empresario Denis Thatcher y dos años más tarde dio a luz a mellizos, Carol, periodista, y Mark, que se dedica a los negocios.
Adicta al trabajo -dormía cuatro horas diarias y trabajaba el resto del tiempo, según sus allegados-, fue elegida por primera vez diputada en 1959 y escaló rápidamente en la jerarquía del Partido Conservador.
Pero aún no vislumbraba su destino. En 1974 declaró: "Se necesitarán años -y no lo veré durante mi vida- para que una mujer dirija este partido o se convierta en primer ministro".
Al año siguiente, asumió el liderazgo de los 'Tories' y en mayo de 1979 se convirtió en la primera mujer primer ministro del país. Permaneció en el 10 de Downing Street durante 11 años, un récord de longevidad en el siglo XX.
Los sindicatos fueron amordazados, sectores enteros de la economía privatizados (telecomunicaciones, ferrocarril, aeronáutica, etc.) y el Estado de bienestar desmantelado. Los impuestos bajaron, el gasto público también.
Los círculos empresariales la veneraban, pero su "revolución" chocaba también con férreas resistencias, una división vigente hasta hoy en la evaluación de su legado.
Durante los primeros años de su mandato se superó el umbral de los tres millones de desempleados y aumentó el malestar social y el enfretamiento con los sindicatos, a los que declaró una guerra sin cuartel. A principios de los años 1980, los mineros en huelga chocaron con la intransigencia de "Maggie", al igual que los huelguistas de hambre del Ejército Republicano Irlandés (IRA), que iban muriendo en prisión.
En el ámbito internacional, la "Dama de Hierro" trató de restablecer el prestigio del antiguo Imperio.
En 1982, cuando las tropas argentinas desembarcaron en el archipiélago austral de las Malvinas, bajo dominación británica desde 1833, Thatcher envió una fuerza naval que en dos meses recuperó las islas. La victoria encarriló su reelección en 1983.
Sus relaciones privilegiadas con el estadounidense Ronald Reagan y el soviético Mijail Gorbachov también le permitieron reivindicar un papel clave en los últimos años de la Guerra Fría.
A su nacionalismo se sumó una desconfianza casi visceral con respecto a la Unión Europea. Sus trajes de chaqueta y falda de color azul eléctrico, su inseparable bolso de mano, su inconfundible peinado, sus perlas, sus duros ojos azules y sus diatribas contra los "burócratas de Bruselas" entraron en la leyenda.
Su intransigencia le valió enemistades sólidas, en Europa, en el Reino Unido y hasta en su propio partido, lo que la llevó a una humillante dimisión el 22 de noviembre de 1990. Sus posiciones sobre Europa, tras una calamitosa reforma de la fiscalidad local -la famosa "Poll Tax"- acabaron con su carrera.
Tras su salida en llanto de Downing Street, la baronesa Thatcher se refugió en el elegante barrio londinense de Belgravia, donde continuó preparando lucrativas conferencias y redactando sus memorias.
En febrero de 2007, se convirtió en el primer ex jefe de gobierno con una estatua en el parlamento en vida.
Para entonces, hacía ya unos cinco años que esta leyenda viva de la política británica no hablaba y que prácticamente no se dejaba ver en público, después de haber sufrido dos accidentes cerebrovasculares leves y a medida que se acentuaba su demencia senil.
Sin embargo vivió lo suficiente para ver a otro conservador, David Cameron, como inquilino del número 10 de Downing Street después de 13 años de gobiernos laboristas, aunque fuera en una inédita coalición con los liberal demócratas.
En uno de sus primeros discursos importantes unos meses después de su elección en mayo de 2010, Cameron, que sin embargo se presenta como más moderado que su predecesora, definió a Thatcher como la "mejor primera ministra en tiempos de paz del último siglo".
Cuando Thatcher ya no era más que una sombra de sí misma, resurgió con toda su fuerza en el cine con "The Iron Lady" (La Dama de Hierro, 2011), una película polémica que le valió a Meryl Streep un tercer Oscar de mejor actriz.
Su leyenda se forjó en su determinación para impulsar la liberalización económica de los años 80, para resistir a las presiones europeístas, para enviar a la Navy a las Malvinas a combatir contra las tropas argentinas en 1982 y en su intransigencia ante el nacionalismo del IRA en Irlanda del Norte, informó AFP.
La que fuera en los años 1980 una de las mujeres más poderosas del planeta terminó su vida en las brumas de la senilidad.
Traicionada por una salud delicada que desde marzo de 2002 le obligó a renunciar a hablar en público, "Maggie" Thatcher resultó muy afectada por la pérdida de su marido, Denis, después de más de 50 años de matrimonio, en junio de 2003.
Este la apoyó a lo largo de toda una carrera que hizo de ella un verdadero "monstruo sagrado" en su país.
Nacida el 13 de octubre de 1925, Margaret Roberts creció en Grantham, en el centro de Inglaterra, donde su padre, Alfred, tendero, repartía su tiempo entre la iglesia metodista y el consejo municipal. En la casa familiar, la misa era obligatoria y el trabajo una segunda religión, por lo que la joven salía poco.
Se licenció en química en Oxford en 1947 y luego hizo también estudios de derecho. De esa época data su acercamiento a la política. En 1951 se casó con el empresario Denis Thatcher y dos años más tarde dio a luz a mellizos, Carol, periodista, y Mark, que se dedica a los negocios.
Adicta al trabajo -dormía cuatro horas diarias y trabajaba el resto del tiempo, según sus allegados-, fue elegida por primera vez diputada en 1959 y escaló rápidamente en la jerarquía del Partido Conservador.
Pero aún no vislumbraba su destino. En 1974 declaró: "Se necesitarán años -y no lo veré durante mi vida- para que una mujer dirija este partido o se convierta en primer ministro".
Al año siguiente, asumió el liderazgo de los 'Tories' y en mayo de 1979 se convirtió en la primera mujer primer ministro del país. Permaneció en el 10 de Downing Street durante 11 años, un récord de longevidad en el siglo XX.
Los sindicatos fueron amordazados, sectores enteros de la economía privatizados (telecomunicaciones, ferrocarril, aeronáutica, etc.) y el Estado de bienestar desmantelado. Los impuestos bajaron, el gasto público también.
Los círculos empresariales la veneraban, pero su "revolución" chocaba también con férreas resistencias, una división vigente hasta hoy en la evaluación de su legado.
Durante los primeros años de su mandato se superó el umbral de los tres millones de desempleados y aumentó el malestar social y el enfretamiento con los sindicatos, a los que declaró una guerra sin cuartel. A principios de los años 1980, los mineros en huelga chocaron con la intransigencia de "Maggie", al igual que los huelguistas de hambre del Ejército Republicano Irlandés (IRA), que iban muriendo en prisión.
En el ámbito internacional, la "Dama de Hierro" trató de restablecer el prestigio del antiguo Imperio.
En 1982, cuando las tropas argentinas desembarcaron en el archipiélago austral de las Malvinas, bajo dominación británica desde 1833, Thatcher envió una fuerza naval que en dos meses recuperó las islas. La victoria encarriló su reelección en 1983.
Sus relaciones privilegiadas con el estadounidense Ronald Reagan y el soviético Mijail Gorbachov también le permitieron reivindicar un papel clave en los últimos años de la Guerra Fría.
A su nacionalismo se sumó una desconfianza casi visceral con respecto a la Unión Europea. Sus trajes de chaqueta y falda de color azul eléctrico, su inseparable bolso de mano, su inconfundible peinado, sus perlas, sus duros ojos azules y sus diatribas contra los "burócratas de Bruselas" entraron en la leyenda.
Su intransigencia le valió enemistades sólidas, en Europa, en el Reino Unido y hasta en su propio partido, lo que la llevó a una humillante dimisión el 22 de noviembre de 1990. Sus posiciones sobre Europa, tras una calamitosa reforma de la fiscalidad local -la famosa "Poll Tax"- acabaron con su carrera.
Tras su salida en llanto de Downing Street, la baronesa Thatcher se refugió en el elegante barrio londinense de Belgravia, donde continuó preparando lucrativas conferencias y redactando sus memorias.
En febrero de 2007, se convirtió en el primer ex jefe de gobierno con una estatua en el parlamento en vida.
Para entonces, hacía ya unos cinco años que esta leyenda viva de la política británica no hablaba y que prácticamente no se dejaba ver en público, después de haber sufrido dos accidentes cerebrovasculares leves y a medida que se acentuaba su demencia senil.
Sin embargo vivió lo suficiente para ver a otro conservador, David Cameron, como inquilino del número 10 de Downing Street después de 13 años de gobiernos laboristas, aunque fuera en una inédita coalición con los liberal demócratas.
En uno de sus primeros discursos importantes unos meses después de su elección en mayo de 2010, Cameron, que sin embargo se presenta como más moderado que su predecesora, definió a Thatcher como la "mejor primera ministra en tiempos de paz del último siglo".
Cuando Thatcher ya no era más que una sombra de sí misma, resurgió con toda su fuerza en el cine con "The Iron Lady" (La Dama de Hierro, 2011), una película polémica que le valió a Meryl Streep un tercer Oscar de mejor actriz.
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